jueves, 24 de marzo de 2011

Jade...

Tengo una mascota nueva. Es un gato, tiene alrededor de dos meses y medio de vida.
 La encontré en la calle, una tarde fría en el mes de julio, cerca de la casa de mis viejos.
Estaba en una esquina, sola y desprotegida, refugiándose sobre una bota de lluvia de color negro.
No dude en recogerla. La abrace fuerte entre mis brazos, y seguí caminando. Nunca se quejo, como si algo le indicara que ahora iba a estar a salvo.
Cuando llegue a mi casa, la envolví en un pequeño retazo de tela. La puse en una cajita, cerca de la estufa, y ahí se quedo.
Le puse un nombre muy lindo, la llame Jade.
Jade tiene dos meses y medio de vida, es muy juguetona. A veces le dan ataques de locura y corre por toda la casa. Una vez, en pleno colapso de entretenimiento, rompió una de mis lámparas preferidas. Me enoje mucho, pero nada podía hacer, es un gato, y estaba jugando.
Jade, me hace mucha compañía. Ella se levanta temprano en la mañana junto con migo. Después de comer le gusta salir a jugar al patio, donde los primeros rayos del sol alumbran las distintas plantas que tengo.
Me da un poco de pena dejarla sola casi todo el día. Mi trabajo queda lejos y son varias horas.
Jade siempre está durmiendo en la alfombra de la entrada, y cuando yo llego puedo notar un brillo particular en sus enormes ojos verdes de felino.
Jade se acuesta muy tarde en la noche junto con migo, incluso se adueño de mi cama.
Jade es un gato, ella no me puede hablar, ni contestar mis locas preguntas existenciales, (si es que alguien puede). Jade no camina en dos patas, ni se sienta en la mesa mientras estoy cenando. Jade no puede cocinar para mí, ni traerme el desayuno a la cama.
Jade es un gato, pero a pesar de eso, es la mejor compañía que puedo tener.

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