jueves, 19 de julio de 2012

Leche marrón.

Yo escupí leche chocolatada cuando vi a un amigo que apareció con una bolsa en la cabeza y cantando: "¡Que vengan los bomberos que me estoy quemando, que vengan los bomberos esto es un incendio!".
Expulsé todo, las personas que estaban delante mío vieron como el líquido salía de manera panorámica. Se rieron, me reí, el mantel y las galletitas quedaron impregnadas de él. Mamá me retó, Yo la miré. Pensé: soy la mejor escupiendo. JA JA JA.
Estamos todos re locos, todos de remate.
Qué locura, carajo !

lunes, 16 de julio de 2012

Woow.

Tranquila, de repente me invadió una sensación llamada melancolía. Todo cambió. Lloré al recordar lo lindo que la pasaba mientras los escuchaba.
Pero terminó, como todo termina.

viernes, 13 de julio de 2012

martes, 10 de julio de 2012

La foto.

Gente que camina dirigiéndose hacia figuras geométricas que se ven por allá, a lo lejos, simulando ser montañas de piedras. Imagen que tiene de encantador fondo un oscuro cielo que pareciera ser abrazador, sofocante. Cercanamente, mientras las personas caminaban hacia ellas, colores cálidos penetraban sus pupilas. Lindo.
Ventanas, varias ventanas que demostraban ser el puente que conectaba la luz de un día para que asomase en cada hogar. O bastaba ser de noche sólo para que la oscuridad se filtre entre las desoladoras píldoras que entre horas y horas se perdían en el mismo sitio donde se guardaban. Me dormí, envuelta en los miles de colores que irradia esta foto.
Bombitas de pensamiento.
Un aturdidor depredador mental. Relleno de pequeñitas particulitas de color oscuro.
Un sueño se está armando. Y su cabeza ahí está quedando.
Desplomada, tirada, acechada. Manteniendo el dolorcito de una pesadilla que quema.
Dilata, te amarra. Perdido estás.
Que te dejen de pegar.
Mentiras.

sábado, 7 de julio de 2012

Repodrida fantasía de soledad.

Era un día cualquiera, nada importante, nada especial, nada nuevo asomaba en él. Un día más, quizás como cualquier otro, pero yo seguía sin darme cuenta de eso.
Alrededor de las 18:00 salí de mi casa, tratando que la respuesta a todos mis problemas sea por lo menos el viento huracanado que se acercaba lentamente.Caminé sin rumbo, pero quien camina sin rumbo, el rumbo encuentra. Pronto se largó a llover, invierno. Y cada vez oscurecía más temprano. La gente corría cubriéndose  como si la lluvia fueran disparos cargados con odio, de acá para allá se movían frenéticamente, un tumulto de personas desconocidas para mis ojos. Y yo, simplemente sintiendo cómo cada disparo cargado con odio atravezaba mi alma rompiéndola en miles de pedazos. Quería que se rompa todo, el mundo hecho añicos como una pequeña copa de cristal. Inevitable. Esto era cada vez más fuerte. Más difícil de llevar. Llegué, no sé cómo, pero llegué.Cansada me arrodillé, me arrastré hacia su puerta, dos golpes bastaron para que de inmediato esa persona asomara su cara por la ventana. Sin decir palabra alguna, me tomó entre sus brazos y me acunó un buen rato. Todo se desvanecía y hasta en los confines más oscuros la esperanza existía ¿Dónde estás que no llegás? ¡Maldita esperanza llegá a mí de una vez por todas para salvarme de esto que llamado muerte me acorrala! Dame vida y paz. Dame una razón para pensar. Este cuerpo está siendo consumido por una sustancia que poco a poco me descompone, me desintegra, me invade. Quiero sentir que me desintoxico de manera burda. Hagan conmigo lo que quieran, la vida se desvanece como polvo entre los dedos, dentro de una bitácora vieja y mugrienta quedarán los restos de mis cositas más preciadas, por ejemplo: mi vida y mi muerte.
No me intoxiquen de golpe, voy a vomitarte todo mi dolor encima, sentirás el olor desgarrador de esta porquería inoportuna y vas a ver cómo salen de mí esos pequeños placeres que la vida nos concede.
Es que a veces no basta la felicidad, porque a veces es difícil conseguirla, menos para un día entero. La felicidad no completa a una persona, a ninguna de todas ellas que rondan por algún sitio.
Ya no quiero, no quiero más. No más.