sábado, 15 de enero de 2011

Inocencia arrebatada

Pequeña inocente, dulce niña de cristal. Desquiciada mente aturdida por los pecados desconocidos. Vas corriendo a la deriva por un bosque tétrico.  Y vas llorando por algo que no entedes, dejando un rastro de lagrimas en el aire. Limpias la sangre de tus manos en tu ropa, harapos que no alcanzan para cubrir tu pureza. Imágenes borrosas se presentan en tu cabeza y voces desconocidas que confunden tus pensamientos, gritos de dolor se hoyen a lo lejos. Caes abruptamente al suelo, pero una vez más te levantas y seguís corriendo sin saber  a donde. Las ramas de los arboles te impiden el paso y van frenando tu dinámico recorrido. Solo la luz de la luna alumbra tu camino, ese que tanto te costó encontrar para poder escapar. Las desmesuradas raíces lastiman tus pies descalzos, y se escucha a lo lejos, ese crujir aterrador de los pasos  que siguen a tu persona, que intentan privarte de aquella libertad lejana que se puede sentir.
 Corres más fuerte, y vas dejando tu aliento en cada rincón de aquella encrucijada de arboles altos e inmensos.
Comenzó a llover y la tierra que antes lastimaba tu piel ahora se transforma en barro que atrapa a tus pies. El viento despeina tus risos alborotados que se atraviesan en tu vista. Te falta el aire, pero no dejas de correr. La furia y el miedo de regresar a ese lugar, oscuro y frio, no te permiten frenar.  Pero estas perdida, la luna ya no está para acompañarte, y el piso se vuelve cada vez más inestable. Resbalas y golpeas tu cabeza contra las rocas. Vas perdiendo la conciencia  pero podes escuchar, esa voz aterradora y penetrante que se acerca, y sentís esas manos húmedas y pegajosas que tanto conoces.
El camino termino y tu deseo de libertad se evaporo junto a tus esperanzas.
Despertas nuevamente atada a esa cama sucia y desprolija, encerrada en esa habitación oscura y fría, vacía como tu mente en el estado que te encontras ahora, bajo los efectos de quien sabe que mierda que intoxica a tu cuerpo cada vez mas.
Tu inocencia fue arrebatada por el simple hecho de cumplir los deseos de otros y satisfacer la codicia de una persona sin moral.

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