martes, 26 de abril de 2011

Tierna y dulce historia de amor

Una tarde plomiza, ya casi rozando la noche, decidieron salir por ahí. Se encontraron en la esquina de siempre.  Él vestía esa bufanda gris tan característica , y lucía una sonrisa un poco más radiante que usualmente... y sus ojos... el brillo en los ojos de quien va con esperanza es simplemente indescriptible. Se deshizo en halagos al verla ante él; tan preciosa como siempre, con esa belleza natural que la hace lucir aun mucho más linda por el simple hecho de no ser una más revocada como pared. Su boca carmín se destacaba en el marco de su rostro. Tenía las mejillas coloradas por el frío, al igual que la punta de su nariz. Tras un largo abrazo y un dulce beso en la mejilla entrelazaron sus brazos y él comenzó a caminar decididamente. -¿A dónde vamos? preguntó la muchacha. Una sonrisa fue todo lo que obtuvo como respuesta.
Entraron a un cálido bar sobre la calle Pellegrini. Mucho hablaron sobre nada y poco hablaron sobre todo... pero entre los tules de las palabras se sobreentendía la decisión. Los excesos hicieron de él algo más intrépido, y dejando la timidez de lado, se animó a robarle un beso.
Pasaron las horas y fue evidente el cambio de etapa. Con sensualidad quedaron marcados sus labios en la copa. El apuro hizo que la propina sea generosa y se marcharon con un rumbo marcado y caminando pegados cual imanes.
El deseo no logró arrebatarle la delicadeza, el amaba a esa mujer, para él ella todo lo merecía. Su piel de terciopelo lo deslumbró y los pensamientos de ambas mentes se difuminaron con la primera caricia.
Bostezó la mañana y sin que ella se diera cuenta su cabeza cayó en el pecho de su hombre. Por la mente de él sólo cruzaba la idea de haber experimentado por primera vez lo que es el amor. La miró y otra vez más la besó; suave, lento... querían que sea para siempre.

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